Mensaje al pueblo Colombiano sobre el cierre definitivo de la
Jurisdicción Especial para la Paz y el Acuerdo Parcial sobre Víctimas
La Habana, Cuba, sede de los Diálogos de Paz, diciembre 15 de 2015
Permítannos iniciar estas palabras recordando las siguientes
reflexiones de Gabo en la aceptación del premio Nobel en 1982: “La
violencia y el dolor desmesurados de nuestra historia, son el resultado
de injusticias seculares y amarguras sin cuento…Frente a la opresión, el
saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida. Ni los diluvios ni
las pestes, ni las hambrunas ni los cataclismos, ni siquiera las guerras
eternas a través de los siglos y los siglos han conseguido reducir la
ventaja tenaz de la vida sobre la muerte…”
Hemos venido
pletóricos de satisfacción a comunicar a Colombia y al mundo la buena
nueva del cierre definitivo de la Jurisdicción Especial para la Paz y
del Acuerdo Parcial sobre VÍCTIMAS, cuyas potencias dinamizadoras -si no
se atraviesan en el camino obstrucciones adversas al sentido común-,
podrán acercarnos al propósito superior de nuestra reconciliación.
Pero no podemos olvidar que el origen del conflicto es anterior a la
fecha de creación de las FARC. Nuestra fundación es una consecuencia de
la violencia del bloque de poder dominante y de fenómenos de desigualdad
social que terminaron engendrando y haciendo evidente la necesidad de
acudir al Derecho de rebelión.
El trabajo de la Comisión
Histórica del Conflicto y sus Víctimas puso en evidencia la inobjetable
responsabilidad del Estado por los más de setenta años de conflicto
interno. Sus conclusiones han ido preparando el entendimiento de que la
responsabilidad de lo acontecido desde el punto de vista de las
conductas antijurídicas individuales o colectivas de los diversos
actores, podían y debían evidenciarse más allá del señalamiento de una
sola de las partes del conflicto como exclusivo victimario.
No de
otra manera podíamos hablar de la responsabilidad colectiva que a todas
las partes vinculadas al conflicto concierne, ni podría entender la
sociedad nacional y mundial que la primera obligación de todos es la
recuperación y, en ocasiones, la fabricación misma de un tejido social
fuerte y duradero, sobre el cual se formule el compromiso, también
colectivo del “nunca más”.
Todo lo anterior fue indicando que la
justicia restaurativa era la mejor fórmula de alcanzar la recuperación
de la moral social, de depurar las costumbres políticas y sembrar la
posibilidad de un bienestar general. No nos interesa aplaudir la entrada
a la cárcel de nuestros adversarios de la prolongada guerra. No nos
vamos a solazar viendo la puesta tras la rejas de un oficial del
ejército o de la policía, o de un alto funcionario del Estado, o de un
de un financiador de la violencia surgido de la empresa privada.
Preferimos trabajar con ellos a partir de acuerdos de convivencia,
reconstruyendo sociedad y patria en Territorios Especiales de Paz en los
que el compromiso sea con la Colombia del futuro, sin olvidar el pasado
para no regresar a él jamás, con la intención de satisfacer los
derechos de las víctimas y las comunidades afectadas en general.
Explorando el dilatado territorio de lo que han sido los acuerdos de paz
en el mundo, encontramos que el actual proceso que se adelanta en La
Habana es el único en el que se ha acordado un Sistema Integral que
reúne y relaciona todos los elementos que el derecho Internacional
señala como derechos inalienables de las víctimas: el derecho a la
Verdad, a la Justicia, a la Reparación y a la No repetición.
La
finalidad del mencionado sistema es hacer efectivos los derechos de las
víctimas del conflicto político, social y armado que hemos vivido,
porque, además de combatir la impunidad, ofrece la máxima Justicia que
sea posible para concluir definitivamente una larga confrontación
armada.
Frente a la evidencia de la crisis del monopolio innato
del Estado colombiano, en tanto sujeto del ius puniendi o facultad
sancionadora, fue necesario entonces impulsar un mecanismo
jurisdiccional autónomo que pudiera satisfacer los compromisos
adquiridos por Colombia en materia de derecho penal internacional para
establecer responsabilidades de combatientes y no combatientes y de los
múltiples agentes del Estado, vinculados directa o indirectamente al
conflicto interno.
El acuerdo alcanzado sitúa el Derecho a la
verdad en el vértice superior del Sistema diseñado, y establece
herramientas eficaces para establecer la Verdad sobre lo ocurrido
durante el conflicto. Sin Verdad no hay reconciliación posible. La
Verdad debe marcar el único camino para reconstruir la sociedad
colombiana tras años de enfrentamiento fratricida, un camino trazado
sobre un modelo de justicia restaurativa y con la plena garantía de
todos los derechos humanos a través de la consecución y consolidación de
la Paz. La Paz es el Derecho Síntesis de todos los derechos humanos y
sin Paz esos derechos no pueden ser disfrutados más que por las minorías
privilegiadas.
Durante las discusiones del punto 5º de la
agenda, las FARC-EP hicieron suyas y pusieron sobre la mesa de
conversaciones las reivindicaciones de las organizaciones de víctimas y
de derechos humanos, intentando así corregir las deficiencias habidas en
una discusión que no ha sabido dar un papel activo y protagónico a las
víctimas del conflicto y a los defensores de los DDHH, limitando su
participación a la organización de unos encuentros en Colombia en los
que no existía posibilidad de interlocutar con las partes en la Mesa de
Conversaciones.
Respecto al acuerdo sobre Jurisdicción Especial
para la Paz, durante los meses en que este se construyó en la Comisión
Jurídica, expusimos a las organizaciones sociales, de defensores de
derechos humanos, de víctimas, de campesinos, a organizaciones políticas
y a líderes de opinión y sociales de nuestra patria, los principios y
propuestas que creíamos, debían ser incluidos en el texto del acuerdo.
Esperamos haber podido explicar correctamente nuestras visiones y
criterios para la construcción del modelo de justicia para la paz que
requiere Colombia para dejar atrás definitivamente esta larga guerra y
sobre todo esperamos haber sabido recoger fielmente los criterios y
aportaciones de todos aquellos con quienes hemos consultado
incesantemente. Nuestro mayor anhelo es que todos los colectivos que han
sufrido el largo conflicto armado, se identifiquen con un acuerdo único
en la historia de los procesos de paz y lo consideren también como
suyo, puesto que ha sido fruto de sus esfuerzos.
Este es el
primer acuerdo de paz alcanzado en Colombia que no se ha cerrado con una
amnistía general para todos los intervinientes en el conflicto, sino
con la creación de una jurisdicción especial para la paz con
competencias para conocer sobre todas las violaciones de derechos y
sobre todos los responsables de estas.
Las víctimas y sus
organizaciones desempeñaran un papel crucial en la buena marcha del
Sistema creado, y podrán así corregir la asimetría que los órganos del
Estado han mostrado a la hora de perseguir los delitos cometidos a lo
largo del conflicto, favoreciendo la impunidad de agentes del Estado y
de sus aliados paramilitares, tal y como ha afirmado hasta la saciedad
la Fiscalía de la Corte Penal Internacional en sus informes sobre
Colombia. Por primera vez en un Acuerdo de Paz, las organizaciones de
víctimas podrán presentar informes con acusaciones ante la Jurisdicción
creada, los cuales deberán ser atendidos por la misma, y las víctimas
deberán ser oídas antes de imponer sanciones a quienes reconozcan sus
responsabilidades.
Debe quedar bien claro que la Jurisdicción
Especial para la Paz que se crea tiene competencia para conocer las
responsabilidades de todos quienes intervinieron, directa o
indirectamente en el conflicto: combatientes y no combatientes, Agentes
del Estado, guerrilleros, políticos, civiles que han financiado,
impulsado u organizado el paramilitarismo y paramilitares que hayan
disfrutado de impunidad. Quienes hasta ahora, históricamente, se habían
amparado en la impunidad para cometer graves crímenes contra las
colombianas y los colombianos, deberán comparecer ante el país y asumir
sus responsabilidades.
La paz exige reconciliación y la
reconciliación exige normalización de la vida política y social de
Colombia. Aquellos que han ejercido el supremo derecho a la rebelión
contra las injusticias verán amnistiados los delitos políticos que hayan
cometido y los conexos a estos. Pero también quienes han sido
condenados injustamente como rebeldes sin serlo, o simplemente por
ejercer el legítimo derecho a la protesta social, o incluso hayan
incurrido en delitos de pobreza, deberán ser amnistiados o deberán cesar
los procedimientos en los que estén siendo acusados por el Estado. Y
ello, porque no ha sido otro fin que la búsqueda de la justicia y el
bien de la sociedad lo que les ha compelido a rebelarse, a disentir o a
protestar exigiendo el respeto a los legítimos derechos del pueblo
colombiano. Es justo que así se reconozca.
No existirá inmunidad
alguna que alcance a cargos oficiales u altos dignatarios del Gobierno o
del Estado, porque ello no es posible conforme a la ley internacional, y
porque ello sería inaceptable para la conciencia del pueblo colombiano.
En un país donde la vida republicana ha sido gobernada por fuerzas
políticas y no por juntas militares, la cadena de mando del Estado
concluye en las más altas instituciones de Gobierno y es de justicia que
así se establezca y se reconozca, para que nunca más el poder civil se
escude en las fuerzas militares para no asumir sus responsabilidades en
la victimización
Las medidas y programas sobre reparación a las
víctimas y restitución del daño causado, han sido expresamente acordadas
por las partes para su introducción en el Sistema Integral y
consideradas como un esencial componente de este. Tales medidas deben
superar las deficiencias del actual marco legal sobre reparaciones,
deben garantizar que quienes a consecuencia del conflicto han padecido
situaciones de exclusión social salgan de la marginación económica y
vean garantizado un futuro sin discriminaciones. Especialmente
importante es garantizar la recuperación de sus tierras a todos los
campesinos que sufrieron la usurpación de ellas, así como una violencia
inhumana por parte de quienes se enriquecieron con el conflicto
empobreciendo simultáneamente a la mayoría del pueblo colombiano. Todas
las partes implicadas en el conflicto asumen la obligación de reparar el
daño ocasionado atendiendo a la realidad de la victimización causada,
reparación que se hará con trabajo personal y colectivo, con hechos, con
decisiones políticas y con aportaciones materiales. Y es el Estado, el
nuevo Estado incluyente que se supone surgirá del Acuerdo de Paz, el que
asume la obligación específica de garantizar que todos quienes fueron
victimizados sean reparados.
Las FARC-EP han observado con
preocupación que prácticamente en la totalidad de acuerdos de paz
alcanzados en Colombia y en otros lugares del mundo, más allá del
cumplimiento de las medidas acordadas para la normalización de la
situación política y la re incorporación a la vida civil de los antes
alzados en armas, los pactos dónde se contemplan medidas económicas y
sociales de desarrollo del nuevo país que surge de la finalización del
conflicto armado, han sido sistemáticamente orillados y nunca cumplidos.
Por ello trabajamos incansablemente y lo seguiremos haciendo, para que
el resultado de este proceso se cumpla cabalmente. De ahí, que por
primera vez en una acuerdo de paz, las partes hayamos incorporado
sanciones y medidas de justicia restaurativa –realizables por quienes
reconozcan verdad y responsabilidades por crímenes no
amnistiables-ejecutando los acuerdos alcanzados en los distintos puntos
de la Agenda de Conversaciones en la medida en que estos implican
beneficio para las comunidades y desarrollo económico y social del país.
Hasta ahora Colombia ha padecido durante su historia republicana
miseria, desigualdad, carencia de democracia y luto, pero no ha muerto
la esperanza; por ello con el inolvidable Gabriel García Márquez
cerramos esta intervención diciendo, que, Ante esta realidad
sobrecogedora que a través de todo el tiempo humano debió parecer una
utopía, los inventores de fábulas que todo lo creemos, nos sentimos con
el derecho de creer que todavía no es demasiado tarde para emprender la
creación de una utopía contraria. Una nueva y arrasadora utopía de la
vida donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde
de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las
estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre
una segunda oportunidad sobre la tierra.
DELEGACIÓN DE PAZ DE LAS FARC-EP
http://anncol.eu/opinion/item/3507-es-hora-de-la-connivencia-o-la-ruptura-colectiva
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