REFLEXIONES DE UNA EX PRISIONERA POLITICA DE EXORCISMOS
ESCRITO POR LILIANY OBANDO
MARTES, 08 MARZO 2016 02:00
REFLEXIONES DE UNA EX PRISIONERA POLITICA - DE EXORCISMOS Y RESILIENCIAS-
Mucha gente me pregunta ¿por qué insistes en seguir atada al mundo de la cárcel, por qué no sencillamente te olvidas de ese capítulo y de esa gente y empiezas a vivir tu propia vida?
Mientras
reflexiono al respecto, empiezo a recordar la prisión y lo
primero que viene a mi mente es la inefable imagen del
infierno de Dante. Esas miles de mujeres y de hombres
arrojados a su suerte, a una realidad de violencia, de
pesadilla, de inhumanidad, de soledades, de olvidos y de
mucho dolor.
Dicen
que no es lo mismo ser que parecer y así mismo no lo es el
haber vivido y conocido el monstruo de la cárcel en sus
entrañas, el haber sentido en tu propia piel el averno, con
sus propias figuras y figurillas, como describía en su
potente testimonio de vida y muerte en prisión, el
inolvidable revolucionario comunista Julius Fucick, y el
haber sobrevivido a ella sin perder ni un ápice de tus
convicciones.
Vienen
también a mi mente recuerdos recientes del inesperado y
subrepticio ambiente hostil que he tenido que enfrentar en
mi nueva vida en libertad: violencia de género,
estigmatizaciones, falsos señalamientos y revictimización.
Múltiples imágenes ligadas al verdadero rostro de algunas de
estasfigurillas, practicantes
interesadas de la “solidaridad”, que en realidad la deforman
al instrumentalizarla, privatizarla y reducirla al mundo de
inaceptables competencias. Figurillas que te quieren fuera
de esta lucha por la libertad porque no resultas funcional.
Entonces, entiendes que tu compromiso de pronto les
ensombrece y que el reto es estar por encima de semejante
abyección.
Otras
mujeres, en otros tiempos históricos, algunos muy distantes
ya, fueron igualmente incomprendidas, tildadas de putas y de
locas, de las simples amantes, subvaloradas en razón de su
ser femenino, sus voces cuando alcanzaron vida propia fueron
desestimadas, consideradas problemáticas, relegadas a un
segundo plano, incluso por otras mujeres y sus propios
co-partidarios. Algunas de ellas hasta fueron llevadas en
razón de sus creencias y sus luchas a la horca, el
fusilamiento o la guillotina. Pero ellas ni aún frente al
patíbulo se rindieron, jamás fueron vencidas. Fueron mujeres
que vivieron fuera de su tiempo y sólo ahora se les da su
justo valor.
Y
fueron esas mujeres y sus vidas rebeldes las que nos
alimentaron moralmente a nosotras las prisioneras políticas,
que por aquellos tiempos nos organizábamos en el Colectivo
Manuelita Sáenz, mientras estábamos en el encierro. Recuerdo
ahora, cuando un día cualquiera nos enteramos del paso por
estas tierras de Angela Davis, una de esas mujeres
referentes de resistencia. Lamentamos que en su agenda no
hubiera habido un espacio para que compartiera con nosotras
en prisión. Decidimos entonces enviarle un pequeño saludo de
admiración en nombre de nuestro colectivo y sus breves
líneas de respuesta fueron importante estímulo para
continuar desde nuestra trinchera.
Pienso
además en las personas que conocí muchos años atrás, cuando
siendo muy joven empecé en la tarea de la solidaridad en las
cárceles y en las muchas vivencias que compartí mientras
estuve presa, no sólo con otras personas privadas de la
libertad sino con sus seres amados. Han sido muchas las
personas, mujeres y hombres con sus propias historias que se
fundieron con las mías, son los sufrimientos compartidos,
pero también los afectos construidos en el fragor del
encierro y las convicciones que sumadas nos hicieron
invencibles a pesar de los barrotes.
Mi
sensibilidad y compromiso con las luchas de nosotras las
MUJERES, de nuestro ser diferenciado, de nuestras
particularidades, de nuestras propias necesidades, de
nuestro sentir femenino, de nuestro derecho a empoderarnos y
ser nosotras mismas protagonistas de nuestra historia,
también se reafirmó tras mi permanencia en prisión.
Y cómo
no hacerlo, si con ellas compartí cada episodio de rabia
cuando la guardia carcelaria se ensañaba con nuestras
familias; cada momento de profunda tristeza cuando
impotentes teníamos que despedir y arrancarnos una y otra
vez de nuestras hijas e hijos; cada instante de coraje
cuando veíamos rodar las lágrimas en las mejillas de
nuestras madres, las que siempre nos brindaron su verdadera
e incondicional solidaridad; pero también cada sonrisa
cuando compartíamos nuestras historias más íntimas; el
sentimiento de alborozo cuando ganábamos pequeñas batallas
tras la conspiración en la celda y por supuesto cada momento
de alegría cuando alguna de nosotras alcanzaba su libertad
con la promesa de seguir luchando por la libertad de todas.
Las
prisioneras políticas colombianas cargan sobre su humanidad
el peso de una “justicia” y de la prisión como institución
que las trata como enemigas. Además comparten con otras
mujeres, las presas sociales, la realidad de esa misma
justicia que no piensa en ellas en tanto féminas, ni en sus
descendencias y menos en aquellas mujeres atrapadas en
cuerpos ajenos en cárceles masculinas, las mujeres
transgénero. Nada distinto se puede esperar de un sistema
penitenciario y carcelario andrógeno que discrimina y
excluye a las mujeres tal como lo hace la sociedad
patriarcal mayor que las empuja a la trasgresión tras la
pobreza y la invisibilización.
Qué
mejor fecha que el 8 de marzo, el Día Internacional de la
Mujer, para reconocer y honrar a aquellas MUJERES que en
razón de su pensamiento, de su nivel de conciencia, y de sus
acciones comprometidas en la búsqueda de una patria justa e
incluyente han sido privadas de la libertad. Ellas desde
allí se organizan, protestan, resisten y anhelan seguir
aportándole a un país distinto cuando recobren su libertad.
También
es una fecha para reconocer a esas otras grandes mujeres que
padecen con sus seres queridos la prisión; a ellas que con
su amor a toda prueba hacen más soportable el encierro: las
madres, hijas, hermanas, abuelas, compañeras sentimentales.
Las he visto bañadas en océanos de lágrimas y del mismo
dolor han brotado semillas de resistencia. Las he visto
creciéndose en los plantones, en los tribunales, en las
marchas, reclamando no ya sólo la libertad de sus seres
queridos sino de aquellos y aquellas que la cárcel hizo sus
hermanas y hermanos.
Nuestras
agendas feministas no pueden estar completas si en ellas no
incluimos las demandas de las mujeres privadas de la
libertad en toda su diversidad, en especial de aquellas que
además son madres y responden en exclusiva por su prole; ni
sin la exigencia de una verdadera Justicia de Género, que
garantice el oportuno y diferencial acceso a la misma y
tampoco lo están si en nuestras acciones no incorporamos la
solidaridad para con las miles de prisioneras políticas y la
búsqueda de su pronta libertad.
Hoy en
nuestro país hay una coyuntura de esperanza con el proceso
de paz y en especial con la existencia sui-generis de una
Sub-Comisión de género, que debe ser garantía para que
nuestras demandas como mujeres diversas puedan
materializarse en cada uno de los puntos acordados en la
agenda.
Es una
oportunidad también única para que miles de mujeres que por
razones de pobreza o por sus motivaciones políticas puedan
recibir un tratamiento diferencial y benévolo frente a la
justicia y para que las prisioneras políticas sean
prontamente beneficiarias de la amnistía e indulto que les
devuelva su libertad y así puedan aportar de forma
constructiva, positiva, con mirada de mujeres y su
participación protagónica a la construcción de un país en
Paz.
El
millón de mujeres convocadas para rodear el proceso de paz,
también debe estar al frente del clamor por la amnistía y el
indulto para las y los prisioneros políticos.
******
No me
aferro al mundo de la cárcel, al contrario, jamás he estado
tan convencida de su absoluta inutilidad, pero no puedo ser
indiferente mientras la prisión exista y nuestras compañeras
y compañeros estén allí padeciendo en condiciones de
indignidad.
Todas
las experiencias de vida en el encierro, me hicieron crecer
como ser humano y como Mujer, y hoy tengo motivos más que
suficientes para seguir batallando por su libertad pese a la
adversidad.
Tampoco me veo a mi misma
haciendo nada distinto de lo que ha sido mi vida militante
porque no me arrepiento de ella, al contrario, es ahora
cuando debemos sumar esfuerzos y compromisos para alcanzar
la Paz con Justicia Social para Colombia. Es una cuestión de
consecuencia.
1 Socióloga,
Defensora de Derechos Humanos, ex Prisionera Política
colombiana.
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